No sé cuantas veces hemos hablado sobre que no hay dos vidas iguales; evidentemente todas las vidas tienen elementos similares, pero iguales no pueden ser jamás, sobre todo porque para cada hecho objetivo que vivimos hay un sinfín de aspectos subjetivos que influyen en cómo nos afectan las cosas, y a eso se unen otra vez un sinfín de aspectos emocionales y emotivos que van haciendo que la bola de nieve que vivimos sea cada vez más grande y caiga más rápido por la ladera de la montaña.
Los hechos subjetivos, cómo sentimos las cosas, son los que en realidad marcan la diferencia entre cada uno de nosotros; de hecho, desde mi punto de vista eso es precisamente lo que nos hace únicos, motivo por el que cuando hablo con alguien y según veo el percal de la conversación me resulta imposible que en mi mente no resuene «por favor, por favor , por favor, no me vuelvas a decir que tú has pasado por lo mismo que yo quitándole importancia a lo que me pasa, porque de verdad que no tienes ni idea».
Con esto no quiero decir que lo mío sea más importante, más grave o peor que lo de los demás, sinceramente no pretendo competir; lo mío simplemente es mío y por lo tanto para mí sí es lo más importante, lo más grave y lo peor. Debería entrarnos a todos de una vez en la cabeza que absolutamente todos pasamos por lo nuestro en mayor o menor medida, y que nadie tiene derecho a menospreciar nuestro estado de ánimo o nuestras dolencias, y por supuesto que nosotros tampoco debemos hacerlo con los demás.
A mí me resulta inevitable, cuando alguien me dice que sabe por lo que estoy pasando, poner los ojos en blanco y pensar «ya, claro, seguro», y prepararme para «el descubrimiento» que está a punto de hacerme sobre mi vida, pues después de decirme eso, acto seguido siempre va el consejo que no he pedido sobre cómo he de gestionar mis emociones, y por supuesto lo que debo hacer. Son los tres pasos inamovibles en cualquier conversación sobre el estado de ánimo.
¿Tan difícil es solo escuchar? ¿Tan difícil es no emitir juicios de valor? ¿Tan difícil es simplemente estar?
Parece ser que sí, porque lo común es que todo el mundo sepa lo que tienes que hacer y lo que tienes que sentir para salir de esa situación en la que estás.
A mí personalmente todo eso lo que me da es una pereza tremenda, dejo de querer compartir con nadie lo que siento sobre las cosas, porque contar algo se convierte en una pelea por ver quién lleva razón en la conversación, si yo por ser libre de sentir lo que siento en función de mis circunstancias o la otra persona que «evidentemente» sabe cómo debo sentirme y qué debo hacer para que vida sea muchísimo mejor de lo que es.
Sé que no soy la única que se siente así; sé que no soy la única que se siente «agredida» por quien se comporta de semejante manera, y no dudo que muchos de los que lo hacen tengan magníficas intenciones, pero de verdad desde aquí os digo que así no se ayuda ni se arregla nada. No hay ninguna cosa que nos vuelva más vulnerables que los sentimientos; hablar de ello, expresar lo que sentimos, muchas veces es literalmente sentir que nos abrimos en canal y exponemos nuestro interior, nuestro corazón y mente, nuestra alma, sin tapujos a los demás, y cuando alguien nos ningunea con algún comentario desafortunado (aunque con buena intención) nos sentimos heridos y queremos cubrir rápidamente la desnudez de nuestra alma llegando a la irremediable conclusión de que hemos hecho mal, de que lo que sentimos está mal y cargando un poco más la balanza del lado «no debo compartir mis emociones con los demás».
Yo quiero ser libre; quiero tener gente a mi lado con la que compartir lo bueno, lo malo y lo peor; quiero no tener que disculparme por eso que siento que llena mi vida de porqués sin respuesta; quiero tener gente con la que compartir silencios cómodos y que nadie me juzgue por sentir tal o cuál cosa a mi manera; quiero poder ser yo misma siempre.
Absolutamente de acuerdo. Difícil mantener la boca cerrada en algunas ocasiones. Yo suelo decir que lo que cuento a alguien es para apuntarlo en un papel, hacer un burruño y tirarlo a la basura. De hecho hago lo mismo cuando me aconsejan a mi.
Y aunque pueda parecer contradictorio, estoy absolutamente de acuerdo con el último párrafo