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¿Cuándo descubriste que no eras más que un número?

No sé bien por qué últimamente recuerdo mucho cuando empecé a trabajar hará ya como un millón de años.

Recordar aquel momento de mi vida me hace revivir la entrevista personal que me hicieron, y rememorar ese momento en el que me hablaron de la empresa y sus virtudes; evidentemente yo en aquel momento, entre que era prácticamente mi primer trabajo y tenía una ilusión que me desbordaba porque me habían llamado para hacer dicha entrevista, me creí ce por be todo lo que me dijeron. ¿Por qué no iba a hacerlo?

Recuerdo aquellas palabras como si me las hubieran dicho ayer; recuerdo que me dijeron que a pesar de las dimensiones de la empresa (era bastante grande ya en aquel momento), esta era una empresa familiar en la que se cuidaba a la gente, en la que había posibilidades de promoción interna, y sobre todo, donde siempre habría un hueco para aquel que estaba implicado, se esforzaba y luchaba por alcanzar los objetivos.

Podéis llamarme ilusa, pero yo en aquel momento me creí absolutamente todo lo que me dijeron, y trabajé con ahínco y tesón para que las cosas funcionaran. Siempre he sido de la opinión de que la única forma de que los proyectos funcionen es haciendo tuyo dicho proyecto, y desde luego trabajando como si parte de ese sitio, en el que pasas normalmente más horas que en tu casa, fuera tuyo. Tú eres el proyecto, tú eres empresa.

Así trabajé durante muchos años, sintiéndome (aunque ahora creo que era de forma bastante unilateral) parte de una familia con un objetivo común, y me sentía realmente satisfecha.

Trabajaba muchísimas horas (sin que me las pagaran por supuesto), viajaba siempre que me lo pedían, estaba disponible de lunes a domingo (no, eso tampoco me lo pagaban), y tiraba del carro sin descanso porque confiaba en aquellas palabras que me habían dicho aquel primer día ya tan lejano.

Nunca me hicieron sentir que era un número, más bien al contrario, me sentía valorada, respetada y querida en una organización en la que me habían visto «crecer» y convertirme en una profesional con éxito.

Pero… De la noche a la mañana las cosas cambiaron; de repente mi forma de hacer las cosas ya no gustaba, mis opiniones no eran escuchadas o se cuestionaba absolutamente todo. Cuando hacía alguna pregunta directa sobre lo que estaba pasando todo eran evasivas y ninguno de aquellos que me habían alabado y felicitado tan solo unos días antes, se atrevió a dar un paso adelante y esclarecer qué estaba pasando en realidad.

Pero claro, es inevitable que al final todo encaje, y eso fue lo que me pasó a mí.

Yo descubrí que no era más que un número el día que todo hizo clic en mi cabeza y entendí el motivo de esos cambios hacia mí y su absurda justificación.

He de decir que me sorprendió que de todos los números posibles que podían haber elegido para definirme, en vez de escoger el número que indicaba los cientos de miles de euros que habían facturado gracias a mi trabajo, hubieran elegido uno que no significaba absolutamente nada; uno con el que yo pasaba a ser una persona anónima sin nombre, cara ni logros conseguidos, después de un montón de años de duro trabajo. Un número que era sencillo de quitar de en medio y así favorecer que alguien con mejores «amigos» que yo, o más gracioso, o más… lo que sea, pudiera ocupar un puesto (el mío) del que se había encaprichado.

Es algo que nunca he entendido, pero hay una persona en mi vida que siempre que le hago una pregunta sobre lo incomprensible que me parece una decisión o acción dentro de una empresa, me dice «Lo malo de las empresas es que las dirigen personas», resumiendo así la volatilidad que puede haber en muchos casos en las Compañías.

¿Es malo ser un número? ¿Qué pensáis al respecto? ¿Os han hecho sentir así alguna vez?

En mi caso creo que en realidad no es nada malo, y de hecho creo que saberlo ni siquiera tiene por qué afectar a nuestra forma de trabajar o nuestro rendimiento. Yo trabajo buscando la excelencia siempre, haga lo que haga, pero saber cuál es mi lugar en una compañía, hace que todo sea más natural y menos doloroso, si vuelvo a convertirme en algún momento en alguien sin rostro…

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