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Invierno emocional

Hoy me cuesta respirar.

A veces tengo la necesidad de quedarme mirando a la nada, dejar que la tristeza que empiezo a sentir invada cada rincón de mi ser y dejarme llevar por ese estado de ánimo tan conocido por mí y tan similar a la depresión.

Me gusta sentarme en la pequeña mesa de comedor que tengo en mi casa, de cara al ventanal que da hacia las montañas y escuchar música, a ser posible lo más triste que encuentre, para que todo vaya acorde a mis emociones.

 No me importa estar triste, de hecho siempre he dicho que tener cierto grado de tristeza, incluso en mis días más felices, es muy propio de mí.

La tristeza me acompaña en cada paso del camino; no huyo de ella; tampoco me regodeo; simplemente hemos aprendido a convivir.

He de reconocer que antes, hace años, sí intentaba huir; tenía la idea equivocada de que una persona que siempre sentía algo de tristeza en realidad jamás podría ser feliz y ese pensamiento me atormentaba. Me rebelaba contra mis emociones y cuanto más lo hacía peor me sentía, y cuanto peor me sentía más culpabilidad invadía cada rincón de mi mente pues, a pesar de todo, tenía el convencimiento de que en realidad yo no tenía motivos para sentirme como me sentía.

¿Puede haber algo peor que sentirse culpable por algo que en realidad escapa de tus manos?

Con el tiempo (y mucho trabajo personal) entendí que estaba equivocada, y que una de las peores cosas que puedes hacer en la vida con respecto a las emociones es ignorarlas, y aunque sí es cierto que no creo que sea bueno regodearnos en según qué emoción, es bueno aprender a sentirlo todo, sin duda alguna eso nos ayuda a curar muchas heridas.

Para mí es importante entender lo que siento, saber por qué me siento de determinada forma y qué hacer al respecto.

De las tres cosas que acabo de mencionar hay una que no siempre soy capaz de cumplir, y es saber por qué siento lo que siento. Eso antes me volvía loca, no hacía más que darle vueltas y más vueltas al por qué, y cuanto más lo hacía, más lejos parecía estar de la respuesta, más perdida me sentía, más honda era la tristeza y muchísimo más culpable me sentía…

Cuando me siento como hoy, da igual en qué estación del año estemos, y la temperatura que haga, yo siento frio, un frio devastador que arrasa todo a su paso.

Con el tiempo he aprendido que huir no era la solución en absoluto, y que para poder superar esos momentos de angustia debo enfrentarme a esa tristeza precisamente abrazándola y sintiéndola, y enfrentarme a ese invierno emocional con tranquilidad; he aprendido a abrir mis brazos y dejar que el frío me invada porque sé que cuando eso pasa se avecinan momentos de cambio, momento de crecimiento personal.

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