Decía Forrest Gump que la vida es como una caja de bombones en donde nunca sabes qué es lo que te va a tocar, con la diferencia clara de que en un momento dado tú puedes tirar ese bombón a la basura si no te gusta, pero con respecto a la vida no puedes hacer nada salvo seguir adelante.
Porque eso es lo que hay que hacer ¿verdad? Seguir adelante.
A lo largo del camino de la vida vamos desenvolviendo bombones, algunos son dulces y cremosos y tenemos la suerte de poder dejar que poco a poco se vayan deshaciendo en nuestra lengua y paladar para que ese dulzor perdure en nosotros y el disfrute sea más duradero; otros son de esos de chocolate negro puro, amargos como ellos solos y que cuando te tocan en seguida los masticas y te los tragas bebiendo lo que sea justo después para que otro sabor sea el que invada tus papilas gustativas y no quede rastro de esa amargura, algo bastante difícil todo sea dicho.
A veces pasa que acto seguido cogemos otro bombón esperanzados y vuelve a pasar lo mismo, desgraciadamente es otro de chocolate puro y sin saber porqué enganchamos una racha de esos mismos bombones dejando nuestra boca, estomago y prácticamente todos nuestros sentidos llenos de esa intensa amargura que no nos deja sentir nada más.
¿Soluciones?
Podríamos dejar de comer bombones, pero eso sería como quedarnos escondidos en una esquina sin hacer nada más que dejar que el tiempo pase mientras nos consumimos hasta llegar a los huesos y desaparecemos. Esa sería una opción, quizá no muy recomendada y lógica, pero existir existe.
Podríamos seguir comiendo bombones manteniendo la esperanza de que el dulzor vuelva a nuestra vida convencidos de que tenemos las mismas posibilidades de lo uno y de lo otro, que no hay mal sin bien, y por supuesto que todo pasa, hasta el amargor más intenso.
La vida es como una caja de bombones.
Hay quien dirá que hay más soluciones, pero sinceramente para mí todas se reducen a dos, o seguimos adelante pese a las circunstancias o nos rendimos y abandonamos, no hay más.
Sé que muchas veces cuando hablo de este tema lo simplifico demasiado, casi hablo de ello como si fuera algo de lo más trivial y fácil y puede llegar a molestar a quien lucha cada día, desde aquí pido disculpas.
Soy consciente de lo duro que es seguir; personalmente lucho con mis ganas de abandonar cada día, y por cierto ¡qué fácil sería! Sería tan simple como anular esa voz que me habla desde el fondo de mi cabeza y me dice «sigue» y a la que le doy un sinfín de razones para que se calle y me deje en paz constantemente.
Me frustra dar pasos hacia atrás, sentir que de repente estoy en el mismo punto de partida que hace meses o incluso años, eso es lo que siento cuando tengo la boca llena de amargura, pero sé que no es verdad; cuando tengo la suerte de toparme con un bombón de los buenos, soy capaz de reconocer todo el camino andado y puedo sentirme satisfecha, a pesar de los retrocesos, a pesar de todo.
Elijo seguir cogiendo bombones, tengo fe en encontrar ese que anule toda la amargura que me queda dentro, ¿y tú?
Tenemos que seguir comiendo bombones, deseando que el próximo que cojamos nos llene de un dulzor que creíamos olvidado.
Las ganas de encontrar ese «dulzor» olvidado o nuevo tienen que formar parte de nuestro día a día. La vida es eso, ilusión…
Me ha encantado Cris! Sigues sorprendiéndome cada día con tu maravilloso talento 😊
Muchísimas gracias David!
Siempre siempre seguir. Cuantos más bombones amargos encadenemos más alta es la probabilidad de que el próximo sea dulce. Estadística pura.. No hay que rendirse nunca.
A veces es realmente duro, pero cierto es que el Universo está equilibrado, si la balanza se desequilibra hacia lo malo, pronto se compensará hacia lo bueno. Gracias Pablo!